sábado, 21 de mayo de 2011

Yo también me indigno.


Cuando los simios se convirtieron en bípedos los demás animales contemplaron este comportamiento como algo estrambótico y por supuesto carente de todo significado práctico. Sin embargo llegaban antes que nadie a los cadáveres, a las presas, y ahorraban mucha energía en sus desplazamientos. Este gesto inusual y antisistema , les valió además el tener las manos desocupadas, y fue eso lo que propició que la evolución siguiera su curso. Si en esa época hubiesen existido las redes sociales, internet se habría quemado ante la avalancha de risas, y poco sentido crítico de la mayoría ante los cambios.

Cuando el mayor profeta de la historia predicaba sus creencias ante una multitud de discriminados, tullidos, pobres, desahuciados, enfermos, proscritos, …, gente toda ella descontenta, indignada, que no encontraba su sitio en el sistema ,porque el sistema no se preocupaba por ellos; la mayoría de sus contemporáneos lo vislumbraba como un loco, ingenuo, carente de coherencia y de practicidad, peligroso por sus proclamas monoteístas, en las que arengaba con la igualdad de los mortales sea cual fuese su origen y posición social., en las que pedía amor y perdón; compasión y humildad. Este hombre que se llamaba hijo de Dios y que para sus adversarios era algo menos que un hippy con rastas, cambió el curso de la historia moderna, y terminó con el mayor imperio de la humanidad; sólo porque en su mensaje supo conectar con los corazones de los más necesitados de ayuda y comprensión.

Cuando Luther King tuvo su famoso sueño, nunca hubiese imaginado que un hombre de color llegaría a ser presidente del país que más había explotado la esclavitud. Muchos años atrás la vida de las personas de color no valía nada. Sólo el tesón de gente inconformista, revolucionaria, indignada con los abusos de poder, hicieron posible que las personas de color pudieran tener los mismos derechos que sus hermanos los blancos. En aquella época cualquier proclama de igualdad era una medida antisistema, y no existía algo más absurdo e impensable, por ridículo y poco sensato, que un negro compartiendo el mismo espacio que un blanco en igualdad de derechos y oportunidades.

Cuando la mujer era una fábrica de legitimar hijos, valía menos que nada, y no tenía los mismos derechos que el varón porque era considerada inferior a los de su especie. Cualquier intento de luchar por su igualdad era pagado con la muerte, la condena y el ostracismo en su vida social y familiar. En aquella sociedad el único objetivo de la mujer era casarse y ser una buena esposa como mandaban los cánones de la época. Las mujeres con inquietudes, ideas o con aspiraciones en la vida empresarial eran consideradas unas amargadas, putas y marimachos. Gracias a las indignadas que buscaron cambiar el sistema la mujer es hoy en día una PERSONA con mayúsculas.

Cuando un loco decidió que su raza era la elegida para una limpieza étnica, nadie hubiese pensado que su mensaje calaría hondamente en una sociedad civilizada, Pero así fue y el precio que pagó la humanidad fue tan atroz que ya no volvería a ser la misma. Nacieron buenas intenciones y se luchó por defender e instaurar unos derechos fundamentales de las personas, y un estado de bienestar cuyo beneficiario último era la humanidad. Pero se dio paso a la instauración brutal del capitalismo, que en sus coletazos olvidó el principio más sagrado que un sistema debe ofrecer al mundo, y ese no es otro que EL SERVIR A LA HUMANIDAD.

A veces las grandes revoluciones son originadas por proclamas pequeñas, simpáticas e irrealizables, que en apariencia parecen que se asientan en ideologías extremas. Porque cuando los deberes no se hacen bien tienes dos cosas que hacer: callarte o indignarte. Los que se callan suelen estar alineados o bien asentados en el sistema, los que se indigna no se conforman porque ellos son los que sufren en sus carnes el abuso del poder, o porque son grandes locos con ideales que quieren cambiar la historia. El inconformismo es el motor que mueve el mundo. INDIGNAOS.