Miguel Hernández nació el 30 de Octubre de 1910 en Orihuela (Alicante). De origen humilde y rural, el poeta no había tenido una educación regular, asistió unos años a la escuela del Ave María pero la crisis económica de su familia lo obliga a volver al campo a la edad de 13 años , en los ratos que le dejan el cuidado de las cabras lee a Gabriel y Galán, Zorrilla, Miró y Rubén Darío. En el pueblo se reúne con otros aficionados a las letras como los hermanos Fenoll y Ramón Sijé, su amigo y quien le orienta a leer a los clásicos que son una de las claves para entender la poesía de Hernández. El esfuerzo de Miguel es enorme, consigue libros en el Círculo de Bellas Artes y entabla amistad con Luis Almarcha, canónigo de la catedral. Miguel ya conoce perfectamente la obra de Cervantes, Garcilaso, Calderón, Lope y Góngora; también lee a Antonio Machado y a Juan Ramón. No es, pues Miguel ese poeta rudo y casi analfabeto que algunos medios literarios nos pitan, es un hombre autodidacta en el que el oficio de poeta era un sueño sin retorno.
Conocedor de que la flor y nata de la poesía ( Lorca, Aleixandre, Alberti, Neruda, etc ) estaba en Madrid, no ceja en su empeño de vivir en la capital. Lo intenta en varias ocasiones; la primera en 1931, sin éxito, ni dinero, el poeta tiene que volver a su tierra. Vuelta a Madrid en 1933, donde publica ‘Perito en Lunas’, que no obtiene el respaldo esperado, y a partir de 1934 visitará Madrid en varias ocasiones, hasta establecerse allí en 1935, donde Miguel se mueve a sus anchas entre editoriales y poetas, enamora a Neruda y hace amistad con Aleixandre.
La forma en que conoce a Vicente es sin duda exponente del carácter y las dificultades que Miguel encuentra en la capital. A su llegada a Madrid en 1935 ve en las la librerías la recién publicada ‘La destrucción o el amor’ (V. Aleixandre), y en papel basto y con letra enérgica Miguel le escribe a Vicente una carta en la que le expresa: “He visto su libro ‘La destrucción o el amor’,…No me es posible adquirirlo,… Le quedaría muy agradecido si me pudiera enviar un ejemplar,… Voy a vivir en Madrid donde estoy en la calle tal… Firmado, Miguel Hernández , pastor de Orihuela.” Forma brillante en la que Miguel llama la atención de Vicente.
Miguel estaba necesitado del reconocimiento que como poeta se le resiste, y en este grupo de amigos, lo encuentra. Así se adentra en la élite literaria de la Generación del 27 de la mano de Neruda y Aleixandre principalmente, que lo arropan como a un hijo.No era como ellos, no vestía como ellos, todos cultos, de exquisita educación y mejor presencia. Miguel no estaba para gastar en trajes. Se ganaba la vida escribiendo biografias de toreros, mala época para él en la que a duras penas puede pagar el alquiler. Pero la poesía lo es todo para Miguel es ella la que le hace escapar de su vida de miseria.
Con Lorca su relación es diferente, dicen que Federico no lo toleraba en su presencia, porque no soportaba a los rústicos, a aquellos que no se cuidaban y no mostraban un aspecto burgués. No soportaba sus pantalones de pana. Lorca era el epicentro de la poesía y Miguel alguien que destacaba, alguien todavía emergente, creo que lo que había entre ambos es una diferencia de edad y de crianza. Y ya está. No podemos reivindicar la memoria de uno con el desmerecimiento del otro, los dos eran enormes, y coincidieron juntos.
El resto de su historia es el sufrimiento, en 1936 comienza la guerra civil, y Miguel lucha en el lado republicano, defendiendo sus ideas con la pluma y la guerra. En marzo de 1937 contrae matrimonio civil con Josefina Manresa. Miguel se convierte en esta época en un poeta de trinchera, social y políticamente comprometido, y ello se refleja en su poesía. Pero poco a poco el horror de la guerra hacen que se vuelva intimista, y son la soledad y la muerte las que marcan la pauta de su poesía. El desánimo va haciendo mella en él, su primer hijo muere en 1938, y en 1939, ya con la guerra perdida, y con el miedo a la muerte, la amargura, tan sólo se ve aliviada por la noticia del nacimiento de su segundo hijo. Este mismo año es detenido y condenado a muerte, pena que se le conmuta por 30 años de prisión.
En cautiverio, Miguel escribe hermosísimos poemas, como “Nanas de la cebolla”, dedicado a su hijo, y, a pesar de las tremendas penalidades físicas, mantiene una integridad personal y una dignidad moral dignas de elogio (una simple carta de renuncia de sus convicciones políticas y de adhesión al nuevo régimen le hubieran permitido salir de la cárcel y recibir tratamiento médico en un sanatorio). Miguel fue consciente en todo momento de su agonía, y así lo confesó pocas horas antes de morir a su amigo y compañero de cárcel Luis Fabregat Terrés: “Mira Luis, yo sé bien por donde va la procesión”.
Miguel Hernández falleció en la enfermería de la prisión alicantina , por la tuberculosis y el sufrimiento, a las 5:32 de la mañana del 28 de marzo de 1942, con tan sólo 31 años de edad producto del rencor y del olvido.
"Recordar a Miguel Hernández que desapareció en la oscuridad y recordarlo a plena luz, es un deber de España, un deber de amor. Pocos poetas tan generosos y luminosos como el muchachón de Orihuela cuya estatua se levantará algún día entre los azahares de su dormida tierra. No tenía Miguel la luz cenital del Sur como los poetas rectilíneos de Andalucía sino una luz de tierra, de mañana pedregosa, luz espesa de panal despertando. Con esta materia dura como el oro, viva como la sangre, trazó su poesía duradera. ¡Y éste fue el hombre que aquel momento de España desterró a la sombra! ¡Nos toca ahora y siempre sacarlo de su cárcel mortal, iluminarlo con su valentía y su martirio, enseñarlo como ejemplo de corazón purísimo! ¡Darle la luz! ¡Dársela a golpes de recuerdo, a paletadas de claridad que lo revelen, arcángel de una gloria terrestre que cayó en la noche armado con la espada de la luz!"(Pablo Neruda).