Reconozco que la primera vez que oí hablar de José Saramago fue en 1998 cuando le concedieron el premio Nóbel de literatura. Hasta ese momento, y a pesar de vivir tan cerca había ignorado la lengua y literatura portuguesa. Él fue la puerta mágica que abrió al mundo la cultura de Portugal.
De las obras que de él he leído lo primero que me sorprendió fue su originalidad, tanto en estilo como en la creación de un universo único, al estilo del creado por García Márquez pero sin su realismo mágico. José Saramago es un fabulador realista, incluso idealista. En mi humilde opinión un Romain Rolland del siglo veintitantos. Cuando te embarcas en una lectura suya te sorprende la ausencia de puntos de puntuación. No hay preguntas no hay puntos y comas. Hay muchas comas, diálogos en los que tienes que averiguar quién pregunta, quién responde, en los que tú eres parte activa de la historia, porque con su peculiar estilo te conviertes en creador.
Ha sido un hombre comprometido con sus ideales. De una sola palabra. Íntegro. De todo ha opinado y lo ha hecho porque en todo ha actuado. Ha defendido al pueblo palestino; ha defendido y criticado duramente a la izquierda; ha disentido de la iglesia, de los medios de comunicación, de la globalización, de las O.N.G., … Ha podido estar más o menos acertado pero siempre ha procurado que el niño que había en él no se sintiera desilusionado. Ha sido un gran activista social, no se ha conformado con criticar el mundo y ha pretendido cambiarlo mediante sus novelas.
Ante todo, incluso antes que escritor, ha sido y lo será siendo un gran defensor del ser humano. En sus propias palabras:” Existe una prioridad absoluta: todo lo que haga la humanidad debe tener como prioridad al ser humano.”
Su muerte, como su existencia, me pilló de sorpresa, ni tan siquiera sabía que estuviera tan gravemente enfermo, lo único cierto es que ya no habrá nuevos libros, ni artículos. Pero nos quedan sus libros, libros como él comprometidos con el mundo “… libros que consumen cantidades gigantescas de papel, libros que devoran bosques y selvas a una velocidad vertiginosa, pero también libros que pueden ser fabricados en un papel que respete en su elaboración el medio ambiente y utilice los bosques con criterio atento al bien común, o sea, de manera sustentable. Todas las obras que pueda escribir en el futuro, todas las reediciones de las ya publicadas, serán impresas en papel aprobado por Greenpeace, tanto en Portugal, como en España, como en Ámerica Latina...” ( extraído de Cartas Verdes).
Estoy segura que el niño de ocho años que un día fue, estará contento de haber caminado junto a este hombre por el mundo.
Hasta luego José.
De las obras que de él he leído lo primero que me sorprendió fue su originalidad, tanto en estilo como en la creación de un universo único, al estilo del creado por García Márquez pero sin su realismo mágico. José Saramago es un fabulador realista, incluso idealista. En mi humilde opinión un Romain Rolland del siglo veintitantos. Cuando te embarcas en una lectura suya te sorprende la ausencia de puntos de puntuación. No hay preguntas no hay puntos y comas. Hay muchas comas, diálogos en los que tienes que averiguar quién pregunta, quién responde, en los que tú eres parte activa de la historia, porque con su peculiar estilo te conviertes en creador.
Ha sido un hombre comprometido con sus ideales. De una sola palabra. Íntegro. De todo ha opinado y lo ha hecho porque en todo ha actuado. Ha defendido al pueblo palestino; ha defendido y criticado duramente a la izquierda; ha disentido de la iglesia, de los medios de comunicación, de la globalización, de las O.N.G., … Ha podido estar más o menos acertado pero siempre ha procurado que el niño que había en él no se sintiera desilusionado. Ha sido un gran activista social, no se ha conformado con criticar el mundo y ha pretendido cambiarlo mediante sus novelas.
Ante todo, incluso antes que escritor, ha sido y lo será siendo un gran defensor del ser humano. En sus propias palabras:” Existe una prioridad absoluta: todo lo que haga la humanidad debe tener como prioridad al ser humano.”
Su muerte, como su existencia, me pilló de sorpresa, ni tan siquiera sabía que estuviera tan gravemente enfermo, lo único cierto es que ya no habrá nuevos libros, ni artículos. Pero nos quedan sus libros, libros como él comprometidos con el mundo “… libros que consumen cantidades gigantescas de papel, libros que devoran bosques y selvas a una velocidad vertiginosa, pero también libros que pueden ser fabricados en un papel que respete en su elaboración el medio ambiente y utilice los bosques con criterio atento al bien común, o sea, de manera sustentable. Todas las obras que pueda escribir en el futuro, todas las reediciones de las ya publicadas, serán impresas en papel aprobado por Greenpeace, tanto en Portugal, como en España, como en Ámerica Latina...” ( extraído de Cartas Verdes).
Estoy segura que el niño de ocho años que un día fue, estará contento de haber caminado junto a este hombre por el mundo.
Hasta luego José.